sábado, 2 de agosto de 2008

De política y politiquerías.
“El pueblo es esa parte del Estado que no sabe lo que quiere” enunció Georg Wilhelm Friedrich Hegel en alguna ocasión, y pareciera que la actual administración estatal esta tomando esta frase demasiado en serio, pues a juzgar por los eventos que en los últimos días se han registrado en nuestra capital yucateca (sí, me refiero a ese que están pensando) en los que el show mediático ha ocupado su lugar de honor en pos de una tradición de humildad en decadencia, y ha cedido a la conformación de un populismo de estado, el mismo que de forma tan esmerada combatieron hace apenas un par de años pero que en la actualidad es practicada impunemente por el PRI y la gobernadora Ivonne Ortega Pacheco.
Mientras nuestro estado se llena de pobres cada vez más pobres, el nivel de analfabetismo se mantiene en posiciones inaceptables, se tolera la corrupción, el ejercicio indebido del poder y en general todos aquellos factores que mantienen y gravan a la sociedad yucateca en una posición dicotómica y confrontada entre clases, en las que las oportunidades de vida dependen de en que colonia se haya nacido. Los gobernantes, en plural, parecen decididos ha encerrarse cada vez más en su “torre de marfil” (tomo prestada esta frase del notable antropólogo Luis Vázquez León) viviendo un mundo de fantasía en donde las masas los vitorean y aclaman cuales monarcas decimonónicos o reviviendo la jurasica tradición del informa presidencial.
Hoy como en el siglo diecinueve, cuando Hegel formuló su inmortal frase, el gobierno estatal pretende menospreciar la inteligencia del pueblo al querer venderle el grotesco espectáculo en que se ha transformado nuestra política, rebajándola al nivel del show burlesque y de la alharaca popular. A los críticos que afirmaban que nuestro sistema político era de región cuatro comparado con los sistemas de otros países económicamente mejores, este viernes primero les quedo corta la afirmación, al demostrarse que el sistema nuestro se queda en pirata, una copia mal elaborada de acciones que ya en originales eran malas y perjudiciales para las sociedades en que se realizaron.
Para desesperanza de nosotros, los que creemos en la acción civil efectiva, la multitudinaria respuesta al evento organizado por la gobernadora parece refrendar el viejo enunciado del “al pueblo pan y circo”, y demostrar que en la sociedad no hace falta trabajar bien y de forma efectiva, sino organizar una mega pachanga de proporciones épicas para ser catalogado de buen gobernante, no hace falta ser humilde y comprometido con el bienestar social antes que con la partidocracia y sus negociaciones subrepticias, sino recurrir al pueblo no como un actor político activo, sino como una porra que ensalza cada movimiento del gobernante en turno. Ya pasamos por eso, no debemos volver ahí.
Lo que queda es tratar de trabajar en forma conjunta entre quienes con un poco de conciencia social nos rehusamos a recursar prácticas irrisorias que debieron ya de haber sido desterradas de la conciencia popular. Creo en las formas alternativas de comunicación y creo también que a partir de estas se pueden construir consensos que promuevan un cambio real en nuestra sociedad. Espero algún día que la democracia representativa ceda su lugar a la participativa, aunque claro aún falta mucho camino por recorrer pero este es buen momento para comenzar. El principal obstáculo por superar es la dispersión en la que nos encontramos

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