martes, 12 de agosto de 2008

Los juegos de la hipocresía

Viendo la pomposa inauguración de los juegos olímpicos de Beijing 2008, me vinieron a la mente un par de reflexiones que quisiera compartir con ustedes. Siendo justos, estos puntos de vista se vinieron gestando desde hace un largo tiempo, cuando inicio de forma mundial la difusión del conflicto de la republica China con los disidentes tibetanos. (Conflicto que ignoraba, pero que entiendo a razón de que en esta parte del mundo se han suscitado desavenencias similares).
Y es que, solo un ingenuo pensaría que las justas deportivas mundiales se han encontrado apartados de los conflictos políticos o sociales que han marcado las distintas épocas de nuestro tiempo. Basta recordar lamentables incidentes como el acontecido en los juegos olímpicos de Alemania 76, cuando atletas israelíes fueron asesinados victimas de los conflictos de su país con sus vecinas naciones musulmanas, o los boicots que norteamericanos y soviéticos protagonizaron en la década de los ochentas, producto de sus divergencias políticas. Sólo por mencionar los más presentes en el imaginario popular.
Los juegos actuales han estado marcados por estas dificultades políticas que han permeado lo deportivo. Están presentes ahora no únicamente las problemáticas del Tibet y de los derechos humanos en China, sino hechos como la situación de guerra que al momento de escribir estas líneas permanece entre Rusia y Georgia, en la que los juegos olímpicos fueron tomados como un distractor para asestar un madrúguete a la ONU.
Independientemente de que a nivel popular, este tipo de eventos funcionan como una forma de control para las masas o a manera de válvula de escape para la incongruencia social o de otros factores causantes de desestabilidad. Es ruinosa la manera en que bajo el pretexto de la unión entre los pueblos se toleren actos que abiertamente se encuentra contra el ideal que las olimpiadas pretenden para sí: La paz, la igualdad y el entendimiento entre las naciones.
Lamentablemente la nota periodística viene demostrando que estos valores quedan subyugados al proteccionismo, el posicionamiento mediático, la negociación turbia y el deseó de “quedar bien” ante la emergente potencia económica China. Es en estos casos cuando somos testigos de acciones hipócritas que por un lado se apresuran a señalarle los defectos al régimen asiático, pero que por el otro lo hacen a hurtadillas, escondiéndose de su mirada condenatoria ¿Quién sabe? Igual y en una de esas dejen de exportar fayuca.
México ya en el pasado se encontró en esta dicotomía entre lo que se dice y lo que se hace en materia internacional. Hay que recordar los días del viejo PRI, cuando a nivel nacional se quejaba de acciones del vecino país Estadounidense que perjudicaban de alguna manera a nuestra nación, pero siempre los señalamientos eran en el interior, pues rara vez los Norteamericanos se enteraban de estas quejas del gobierno de México.
Así hoy este síndrome se encuentra presente en los líderes mundiales que asisten a Beijing. La doble moral otra vez es la gran ganadora, pues mientras insisten en hacerse ver como “los grandes salvadores del mundo”, sus acciones nos revelan a cada momento su hipocresía. Digo, ya se que la economía en la actualidad es un aspecto fundamental para el desarrollo y mantenimiento de una nación, pero ¿A que precio debemos pagar este desarrollo? Hoy es la represión que se vive en China la que la comunidad internacional tolera[1], mañana ésta perspectiva netamente economisista puede afectarnos directamente.
Si las políticas de tipo empresarial continúan superponiendo el interés monetario al interés social, se corre el riesgo de olvidarse del ciudadano común y corriente (Craso error) Y es que a mi parecer muchos de los problemas nacionales no tienen que ver con la falta de dinero, sino con la pésima administración de éste. Si la desigualdad social, la represión y la ausencia o limitación de los derechos básicos en general, se vuelven moneda de cambio para la satisfacción de las necesidades del empresario, y siguen imperando como las normas principales que rigen al mundo, creo que nos podemos encontrar al borde del abismo.
Los juegos olímpicos de Beijing 2008 a los que he denominado los “juegos de la hipocresía” son el fiel retrato de una ignominiosa manera de hacer política. El club del proteccionismo mutuo ya ha permeado a las instituciones que históricamente han sido un estandarte de todo lo contrario. Hoy en las ciudades de la lejana nación asiática los líderes mundiales se dan la mano, se alaban y se dejan querer por los anfitriones y su imponente desplegado tecnológico. Mientras, en sus calles, reporteros son golpeados por pensar de forma diferente al régimen, una columna crítica al gobierno en algún periódico es un delito que puede ser castigado hasta con prisión perpetua, el ciudadano puede ver lo que el gobierno quiere que vea, la farsa en donde los malos son los otros; tibetanos y musulmanes (Quienes no se identifican con el proyecto de nación China) Ante las amenazas externas la solución es el ostracismo.
Por nuestra parte cerramos los ojos y fingiendo que el mundo es perfecto, nos maravillamos ante los juegos artificiales en la inauguración de las olimpiadas, otra vez caemos bajo el sentimentalismo barato. Tenemos nuestros propios problemas, es cierto, pero hay que pensar en como quisiéramos que los demás actuaran si padeciéramos situaciones similares.
¿O es que ya olvidamos México ´68?
[1] En ocasiones al extremo del servilismo como es el caso de Jacques Rouge; presidente del Comité Olímpico Internacional.

1 comentario:

gabrielle dijo...

cielos! si que t inspiras pa escribir VArguez estraía orgulloso de tí hahaha, mis entradas jamas sobrepasan un parrafo, jeje, saludos!